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La reseña resignada

por Valentín Rodríguez Melón | Oct 26, 2020 

 

El día 24 de octubre de 2020 y organizado por AMPP, AECPNA y ACIPIIA, se organizaron en Madrid, – via Zoom – unas Jornadas que bajo el título de “LOS MILLENNIALS ¿Nuevas subjetividades?”, servían de homenaje y recuerdo a quien fue fundadora y presidenta de AECPNA, Ana María Caellas que nos había dejado recientemente. Toda intervención fue precedida de una sentida emoción tanto a su pérdida como a su presencia-ausente. Nos dejó no solo un duelo, sino- como toda personalidad que funda y promueve la divulgación de un conocimiento – la deuda de la continuación de su tarea. Ana María Caellas estará tan presente en nuestro pasado como acompañándonos en nuestro quehacer diario y en el mantenimiento de una enseñanza.

 

Los tres ponentes: Carlos Tabbia: (“Estados mentales en tiempos inciertos”), Juan Francisco Artaloytia” (“Nativos del milenio”) y Beatríz Rolán (“La esclavitud de tener que ser Ideal), tenían ante sí el desafío de confirmar o desmentir que a una organización sociológica relativamente bien delimitada y denominada: Los Millennials, pudiera corresponder un estado mental específico.

 

Carlos Tabbia

hizo tres señalamientos básicos: Los Millennials forman un subgrupo que no abarca a toda esa generación nacida entre los 80-90, y de los que muchos hacen una evolución aceptablemente sana. La pertenencia a una generación condiciona, pero no determina. Y entiende su estructura mental como un estado de un momento, nunca una psicopatología ni una identidad, pero que como tal estado puede evolucionar o cronificarse.

 

Este subgrupo, que hoy ronda los 20-30 años, venido de una “Sociedad del estado de bienestar”, más publicado que experimentado, le ha proporcionado una sobre-estimulación y una sobrecarga de recursos, al mismo tiempo que ha asistido al derrumbe tanto simbólico (Muro de Berlín, Torres gemelas) como real de dos sistemas de organización política agotados (capitalismo y comunismo), y con un fondo de armario familiar sin “posos” de identificación consistentes. Este subgrupo presenta una serie de rasgos básicos de comportamiento, no me atrevería a denominar de carácter, que CT nos los describe a la perfección.

 

Personas activas, buscadoras permanentes de aprobación, de ser el centro de una atención gratificante, hacen su desarrollo en el mundo exterior, al que acomodan a sus objetivos de satisfacción personal a través de la tecnología informática y las redes sociales.  No hay mundo interno, como no hay espacio para la existencia del otro. Auténticos virtuosos de una existencia falsamente independiente, no tienen tiempo ni espacio ni lenguaje para el pensamiento ni para la relación significante o comprometida con cualquier otro. La omnipotencia y omnisciencia que les proporciona su nueva religión (La tecnología Informática) les hace invulnerables a la frustración. Si una situación les incomoda se van a otra o la modifican de manera virtual. Siempre parecen encontrar alternativas adecuadas. Y a lo largo de su vida experimentan actividades diversas que toman como realidades identitarias de tiempos variables en las que entran y salen continuamente.

 

Si hay un mito que les defina éste pudiera ser Alicia en el país de las Maravillas con su “Conejo Blanco corredor”.

 

La interiorización meltzeriana conocida de CT, ha sabido apuntar a un foco diagnóstico conocido y familiar para nosotros, son pacientes instalados en un Estado Latente. La llegada de la pubertad y la primera adolescencia les conmociona con una turbulencia de la que no pueden salir hacia una adolescencia elaborada y tardía. Y han de quedarse ahí, congelados en un grupo donde pueden perpetuar escisiones y proyecciones múltiples, aislarse en forma de solitarios dependientes que reniegan de su dependencia, repetir modelos familiares o silenciar la adolescencia para estabilizarse como adaptativos.

 

En el marco de la psicoterapia se nos van a mostrar como nuestros habituales pacientes de reductos resistentes narcisistas, pero en los que la invulnerabilidad de su religión tecnológica no les permite hacer “heridas narcisistas” que nos permitieran una “entrada en su estructura”. Es por ello que crean rechazo, admiración u otras variedades de sentimientos de envidia, que nacidos en nuestra impotencia nos empuja a aislarlos como entidades nosográficas diferenciadas y describirlos en el más puro estilo kraepeliano del siglo XIX.  (Carlos Tabbia nos previene de esto).

 

Juan Francisco Artaloytia

(Nativos del Milenio) nos ofrece una perspectiva histórico-evolutiva del grupo humano en el que los cambios van ligados al descubrimiento de formas de saber, (oral con la aparición del lenguaje) y de su trasmisión (aparición y desarrollo del lenguaje escrito), que permiten que el conocimiento exista fuera del individuo. Cada descubrimiento determina cambios en determinados colectivos. Son cambios sociológicos trascendentales que se van sucediendo ininterrumpidamente de forma más o menos lenta, sin límites claros entre ellos, con mayor aceptación o rechazo de las organizaciones que les preceden.

 

El descubrimiento y su uso masivo y extensivo de la tecnología informática, así como su distribución por las redes sociales, marcarían la iniciación de uno de estos cambios.  Los millennials formarán el grupo denominado Y, precedido del subgrupo X (generación Baby boomers), y en amenaza de ser invadido y sustituido por el grupo Z que viene a continuación. Como generación “intermedia” busca encontrar un relativo equilibrio entre la constancia y el cambio, lo que se mantiene invariable o se pierde de este ser humano ubicado en la vorágine de la transformación tecnológica. En cada uno de esos grupos, y de forma progresiva, el uso de Internet y sus casi ilimitadas posibilidades de aplicación, alcanza e impacta al grupo humano en un proceso de digitalización de dimensiones globalizadas.

 

Pero, lo mismo que el ponente anterior, son cambios sociales, no determinan una modificación clara de estructuras psíquicas, aunque sí de comportamientos. J-FA va a destacar junto a los rasgos del ponente anterior, la pérdida del lenguaje hablado (y con ello no solo la disminución de posibilidades de pensamiento, sino el menor control de las pulsiones) y el desarrollo de un lenguaje escrito ajeno al mundo interno pero que conlleva un cambio en la ubicación del saber. Éste ya no está en el “sabio”, sino en el que mejor trasmite lo que cree saber. Individuos consumidores on-line, son portadores de una gran preparación que no puede realizarse en un mundo laboral tan escaso como lastrado por repetidas crisis económicas importantes, así como por la pandemia actual del Covid-19. Esto les ha obligado a una difícil y tardía emancipación con una larga dependencia de sus restos familiares.

 

J-FA, ya desde un punto más cercano a una perspectiva psicoanalítica, hace especial hincapié en la influencia que sobre ellos ha tenido una familia con figuras parentales disfuncionales en sus roles correspondientes (figuras ausentes, distantes, agotadas o cambiantes), en las que en muchas ocasiones la figura cuidadora ha sido sustituida por la pantalla de un iPad)), y que no son capaces de asumir y transmitir la Limitación.

 

Acompaña su exposición con la descripción de un caso clínico, de características lo suficientemente imprecisas como para ubicarlo desde otras perspectivas, (Trastorno Límite o una patología del Ideal del Yo-Superyo), lo que subrayaba la inespecificidad psicopatológica de este tipo de pacientes, en el que, sin embargo – desde un punto de vista técnico-práctico­­ – hubo algo que mereció ser iluminado y tal vez más desarrollado.  Mi impresión personal es que lo que “sostuvo” a este paciente, y le proporcionó una estructura relativamente firme (tal vez más exterior que interiorizada) fueron dos actitudes del analista, que creo que correspondían a rasgos de un Encuadre, y que fueron La Constancia y la Presencia del terapeuta a lo largo de todos los avatares de su vida. Este concepto de “Disponibilidad del analista”, tanto para los momentos de buen entendimiento como para los “roces emocionales”, aquí probablemente tenidos que ser extraídos de vivencias contratransferenciales, fueron necesarios para el logro de una especie de “Densidad existencial del Self”, (conciencia de self, no de identidad).  Estas dos características serían más apropiadas de aplicación en una modalidad “cara a cara” que en una clásica de diván.

 

Este ejemplo vendría a ratificar este dato como la base técnica de la actuación psicoterápica en pacientes estructurados básicamente en la 3ª tópica.

 

Beatríz Rolán

en “La esclavitud de tener que ser Ideal” nos ofrece una visión más centrada en una perspectiva psicoanalítica que la sociológica. Moviéndose en el círculo de los narcisismos incluye a los millennials definiéndolos como individuos “egoístas, más entregados al goce que sosteniendo el deseo”.

 

No puede evitar sin embargo alguna referencia a la dimensión social de estos grupos al ver entre sus características, un cambio en la estructura jerárquica social que pasaría de una modalidad vertical generacional (padres-hijos), a una horizontalidad que conlleva una relación imaginaria entre iguales, fuera de lo normativo y ubicados entre la protesta o la reivindicación de lo que consideran ser merecedores por la promesa (no explícita pero sí trasmitida) de la generación anterior que relaciona con unos padres que proyectaron la existencia y desarrollo de un bebé sin límites ni normas. Un “majestic baby”, al que la tecnología informática mantiene la ilusión de la omnipotencia. De esta forma se rompe con la filiación y se imposibilita la transmisión de un legado cultural de continuidad.

 

A nivel psicoanalítico, considera a los millennials fijados al círculo del Yo Ideal, a un narcisismo primario, en el que la falta de espacio entre demanda y satisfacción (la fuga del tiempo) impide el proceso de simbolización y con ello la formación del Ideal del Yo. En esta organización de primacía del Yo Ideal, el Superyo se hace tiránico y exigente, convirtiéndose en un Superyo perverso que empuja al Yo a gozar de aquello que no se puede ni se debe a expensas de la degradación de la Ley, y de la incapacidad de poner y de aceptar límites.  Es la figura del Superyo contemporáneo que toma como fracaso lo que es irrealizable: la idea de la completud, y para eso exige el sometimiento del Yo al ideal narcisista “que exalta la crueldad del Superyo y ordena gozar de un poder hacer ilimitado esclavizando al sujeto”

 

Para BR, la tesis que plantea tiene que ver con el triunfo narcisista en· una clara alusión a la destitución de la Ley, entendida ésta como una convención cultural, que incluye la trasmisión de la prohibición al incesto y del parricidio.

 

En esta búsqueda de la completud, la instantaneidad y la inmediatez, que tanto facilitan los recursos tecnológicos, se niega la falta, se elude la castración y se empuja al Yo a gozar de un sometimiento desde el lado pulsional del Superyo, de un Otro sin Ley, convertido en otro perverso.  Este Superyo aparentemente aliado a lo satisfactorio impone su tiranía de lo Ideal operado desde la pulsión de muerte.

 

El Yo, privado y “molestado” en su identidad, secuestrado de su subjetividad por el fantasma filicida de unos padres que le han hecho una sobre-dotación material de objetos de satisfacción para sentir en él la realización de sus deseos, es – como nos dice BR – también el “niño maravilloso convertido en esclavo que sostiene el falonarcisismo de la generación precedente”.

 

Ante esta tesitura el niño-joven, con un claro déficit de identidad solo tiene dos caminos:

 

O se siente obligado a hacer una construcción de sí mismo a ser ideal en los distintos campos de su vida: busca la infinitud y la completud imposibles siguiendo los principios de placer sin límite, se siente omnipotente, fanático de las recreaciones del sí mismo que le brindan esas identificaciones que le prestan los otros o los medios que utiliza, dando la espalda al principio de realidad. Hay una Renegación de la falla básica (de la represión primaria) por parte de la madre que no da lugar al deseo, como una denegación (simbólica) del padre, eludiendo la castración. Frente a esa falta se adhiere y se somete a un ideal narcisista sin nada que lo detenga. Ese Superyo compara al Yo con el Ideal y le exige que permanentemente se comporte como tal. Como dice BR:” Todo el Yo Ideal es una creación imaginaria “après coup” en un antes que no fue y en un después que nunca llegará a ser. Es un otro no atravesado por la ley (madre fálica) el que otorga ese nombramiento omnipotente y megalómano, instalando al mismo tiempo su poder sobre el hijo, el cual en esta operación deviene objeto de satisfacción para su propio beneficio y a través de esa donación de completud narcisista, trata de restituir el falo-narcisismo perdido. Se trataría así de la “realización” de un Narcisismo sin nada que lo detenga o, por el contrario, incapaz de dar satisfacción a ese Superyo exigente, y el fracaso de ese “su majestad el niño”, el invierte la otra cara de la realización, el martirologio masoquista, el goce se hace de forma victimosa y quedan atrapados en esa victimosidad pasiva, a la espera de donaciones de las que se sienten merecedores.  Son la generación o grupo “Ni-Ni”, que BR tiene la valentía de incluirlos en este grupo de millennials.  Todos están unidos por el mismo malestar que sienten ante su identidad.

 

Enfrentados a estas exigencias superyoicas, o bien ante el fracaso de sus realizaciones ideales, y si les falla la omnipotencia religiosa de su tecnología, es cuando aparece El Síntoma, ya sea en forma de angustia o de actuaciones destructivas, de irritabilidad mal contenida, excesos de satisfacciones (adicciones) y fracasos en las relaciones o en su inserción cultural. Formas indirectas de expresar su dificultad para asumir el fracaso.

 

Con este tipo de organización se entra en una patología sociológica en la que se ha roto una continuidad de cultura social con la primacía del individualismo, y una ruptura también con el “orden psicoanalítico freudiano”, al renegar del concepto básico de éste que parte de un déficit de la felicidad y un “orden” superyoico dirigido a la renuncia de las satisfacciones pulsionales, que al mismo tiempo protege al Yo (Superyo protector del Yo) que en este grupo de individuos falta.

 

Para terminar repito el mismo final de la autora de este trabajo: ...”Solo desde el psicoanálisis es posible dar un sentido incestuoso al mantenimiento imaginario de la primacía del yo ideal y restituir la instancia simbólica, lo que nos llevaría de nuevo al malestar en la cultura freudiano, alejándonos de esta apariencia de bienestar predominante en la sociedad actual, en donde la omisión del padre prohibidor deja libre el paso a una forma de vida en donde impera el ser feliz y disfrutar a toda costa. Lo que sitúa al superyó del lado de la perversión…”

 

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Al finalizar la exposición se estableció un coloquio-discusión de los miembros de la mesa entre sí, y con la “sala” en su versión telemática.

 

Fueron particularmente interesantes las aportaciones de esta parte del debate. Enfrentada la sala a su impotencia (frente a la omnipotencia de estos “pacientes internautas”) y al “no saber” de los vericuetos por los que circula su inconsciente, intentamos aplacar esta ansiedad a expensas de sacar a pasear nuestras omnipotencias conocidas (Política, Religión) o de dotarles de una entidad clasificatoria (de ideología o de género) que los encasillara.   La mesa tuvo a bien, no ratificar estas sutiles estrategias defensivas.

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La jornada finalizó con la presentación por parte de Roberto Longhi del libro: “Jornadas Científicas de la Clínica Psicoanalítica Contemporánea” que recoge todos los trabajos presentados en este Foro de Estudios psicoanalíticos a lo largo de su existencia.

 

Valentín Rodríguez Melón